Discursos para Preparse para Servir una Mision



Cómo prepararse para ser misionero en todo lo relativo a la salud 



Noticias de la Iglesia

POR EL DR. DONALD B. DOTY, PRESIDENTE DE SERVICIOS SANITARIOS DEL DEPARTAMENTO MISIONAL


Cómo prepararse para ser misionero en todo lo relativo a la salud

La preparación física y mental debe comenzar al menos dos años antes de servir en una misión de tiempo completo.
Durante mis 35 años de ejercicio como cirujano cardiovascular y torácico, llevé a cabo miles de operaciones del corazón. Una vez terminada una operación de este tipo, los pacientes solían preguntarme cómo evitar futuras operaciones, y aunque no lo preguntaran me sentía en la obligación de aconsejarles de todos modos. Les hablaba de la importancia de una dieta sana, un peso adecuado, ejercicios aeróbicos, un descanso suficiente y la reducción del estrés. Los que ponían en práctica mis consejos solían disfrutar de muchos años sin problemas, mientras que los que no tomaban la determinación de cambiar su modo de vida normalmente terminaban por sufrir de nuevo el bisturí, a menudo poco tiempo después.

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Las medidas preventivas también son esenciales para los jóvenes adultos que se preparan para servir en una misión. En la actualidad, un tres por ciento de los misioneros no terminan la misión debido a problemas físicos o mentales. Quizá parezca que perder un tres por ciento de misioneros no sea demasiado grave, pero para la persona afectada y su familia sí que resulta muy significativo.
Hace más de un año que sirvo en un llamamiento en el que observo los problemas de salud que afrontan los misioneros. Según mi experiencia en esta asignación, desearía ofrecer la siguiente información para ayudar a los jóvenes que se preparan para ser misioneros a disminuir la probabilidad de sufrir estos problemas de salud.
Afortunadamente, muchos de los problemas de salud que afrontan los misioneros se pueden prevenir con una preparación adecuada. El élderDavid A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, declaró: “Lo más importante que pueden hacer para prepararse para el llamamiento a servir es llegar a ser misioneros antes de ir a la misión”. 1
Recomiendo que la preparación en lo que respecta a la salud comience al menos dos años antes de la fecha prevista para salir al campo misional. Los que esperen hasta el último minuto o hasta que hayan recibido el llamamiento para prepararse se arriesgan a no estar listos e incluso a tener que retrasar su salida.
La preparación en lo que respecta a la salud física suele requerir una consulta rutinaria de un médico y un dentista. En algunos casos, la preparación mental puede requerir una consulta de un profesional de la salud mental.

Preparación en cuanto a la salud física

Ejercicio frecuente (diario). Un misionero debe ser capaz de caminar una distancia media de 10 km al día y recorrer unos 20 km en bicicleta al día. Los misioneros potenciales que no caminen más que de su vehículo a la clase o al trabajo probablemente tendrán dolor y llagas en los pies cuando lleguen al campo misional. Los que no estén acostumbrados a montar en bicicleta probablemente se resentirán al sillín cuando tengan que utilizar la bicicleta como medio de transporte principal. Un misionero que no esté en forma se cansará al hacer la obra misional, y un misionero cansado está más expuesto al desánimo y a problemas de salud que un misionero que se encuentre en buenas condiciones físicas.
Los misioneros potenciales pueden prepararse para los rigores de la vida de misionero estableciendo un programa de ejercicios aeróbicos, como caminar, correr o montar en bicicleta durante una hora al día. En el caso de aquellos que hacen ejercicio jugando a videojuegos y enviando mensajes de texto, hará falta por lo menos cuatro meses para ponerse a punto y poder disfrutar de una sesión completa de ejercicios.
Dormir lo suficiente. Aunque las horas de sueño necesarias varían de una persona a otra, los jóvenes adultos normalmente deben dormir entre siete y ocho horas al día. Lo ideal es que estén en la cama entre las diez y media y medianoche y que se levanten entre las seis y media y las ocho. Cuando uno trasnocha hasta las dos o las tres de la madrugada y se levanta a las diez de la mañana, se encuentra cansado constantemente y desea seguir durmiendo hasta las doce. Cuando uno pasa la noche entera sin dormir para estudiar para un examen, jugar a videojuegos o trabajar en turno de noche, su cuerpo se resiente porque se altera su reloj biológico. Los misioneros llevan una vida programada. Se van a la cama a las diez y media de la noche y se levantan a las seis y media de la mañana todos los días. Este horario resultará problemático a menos que los misioneros potenciales sigan una rutina parecida desde bastante tiempo antes de recibir su llamamiento para servir.
Hábitos alimentarios saludables. Más bien que alimentarse de azúcar y grasa, los jóvenes deben aprender a disfrutar de comidas ricas en proteínas y fibra, como carne magra, yogur, verdura y fruta. Además, resulta excesivo tomar más de 33 cl de bebidas gaseosas al día.
El Departamento Misional requiere que los misioneros tengan un índice de masa corporal no superior a 37. Se trata del límite entre la obesidad y la obesidad patológica. Los misioneros potenciales deben esforzarse por mantener su peso en el intervalo normal para evitar problemas de salud relacionados con la obesidad. Un peso marcadamente inferior a lo normal también puede acarrear consecuencias graves para la salud.
Aprender a preparar comidas. Los padres pueden enseñar a sus hijos a preparar comidas sencillas y saludables. Recalco la palabra “sencillas” porque los misioneros suelen cocinar en una placa (hornilla) o en un solo quemador, y quizá no cuenten con un horno. Todo futuro misionero debe tener nociones básicas de cocina y de higiene en la manipulación de alimentos. Dado que rara vez se dispone de lavavajillas en los apartamentos de los misioneros, también resulta importante saber lavar los platos con agua y jabón tras las comidas.
Higiene personal. Los hábitos de limpieza y arreglo personal son vitales para el éxito misional. Una primera impresión favorable es duradera. También es importante lavarse las manos para conservar la salud y evitar la transmisión de enfermedades contagiosas.
Problemas de piel. El acné es un problema común en la adolescencia. Quienes sufran problemas graves de acné deben obtener ayuda de un médico bastante tiempo antes de entrar en el CCM. Algunas medicinas contra el acné exigen un seguimiento en el tiempo, y no se utilizan en el campo misional.
Salud dental. La prevención es la clave de la buena salud dental. Esto conlleva tener la costumbre de cepillarse los dientes por la mañana y por la noche como mínimo, utilizar el hilo dental diariamente y visitar al dentista con frecuencia. Toda intervención dental debe terminarse antes de enviar la recomendación misional. Los tratamientos ortodónticos, que suelen durar dos años o más, deben terminarse antes de llegar al CCM.
Problemas de salud crónicos. Los dolores de cabeza son un problema de salud frecuente y difícil que puede empeorar durante el servicio misional, y resulta complicado evaluarlo y tratarlo en el campo. Problemas ocasionales en el estómago y en los intestinos pueden convertirse en males crónicos durante el servicio misional. Los problemas cardiacos y respiratorios, como el asma, deben evaluarse exhaustivamente antes de comenzar el servicio misional. Con un tratamiento adecuado, muchos problemas de salud pueden estabilizarse, lo que posibilita el servicio misional si se prosigue el tratamiento durante la misión.
Los problemas de los huesos y de las articulaciones debidos a lesiones pueden requerir una operación. Los procesos ortopédicos, e incluso las operaciones artroscópicas, suelen llevar aparejados largos períodos de rehabilitación. Los misioneros potenciales deben procurar atención ortopédica bastante antes (de cuatro a seis meses antes) de entrar en el servicio misional. Un joven que llegue al CCM en muletas dos semanas después de una operación en la rodilla no sería capaz de caminar la distancia necesaria en el campo misional.
Inmunizaciones. Los jóvenes que se preparen para servir en una misión deben recibir todas las vacunas ordinarias así como las dosis de refuerzo disponibles a la edad apropiada. Con bastante antelación a comenzar el servicio misional, también deben recibir toda inmunización especial que se requiera en el país en que vayan a servir.
Las ventajas de la inmunización compensan con creces los ínfimos riesgos que entraña recibir la vacuna. La inmunización proporciona resistencia a una enfermedad determinada durante períodos de tiempo que varían. En algunos casos, se requieren dosis de refuerzo para mantener la inmunidad.

Preparación en cuanto a la salud mental

Todos tenemos momentos de tristeza, ansiedad y desánimo. Esto es normal, especialmente en periodos de pérdida de seres queridos y de pena profunda. No obstante, cualquier dificultad emocional que interfiera con la rutina cotidiana normal debe tratarse antes de comenzar el servicio misional.
Todo pecado no resuelto afecta a la salud física y mental. Es necesario dejarlos atrás mediante un arrepentimiento completo con la ayuda de entrevistas con el obispo antes de recibir el llamamiento. Pero una vez hecho esto, quizá queden otros asuntos que necesiten tratamiento.
Trastornos en el temperamento. Quienes sufran de sentimientos crónicos o recurrentes de depresión, tristeza, ansiedad o miedo deben acudir a una revisión de un médico o de un orientador en salud mental. Las oscilaciones en el estado de ánimo, especialmente si implican mal humor e irascibilidad, también deben evaluarse. El tratamiento, que puede abarcar terapia, medicación o ambas, suele reducir o aliviar los trastornos en el temperamento, lo que posibilita el servicio misional.
Patrones de pensamiento anómalos. La preocupación y la culpabilidad excesivas pueden afectar gravemente a la capacidad de servir de un misionero. El perfeccionismo, que es una necesidad agobiante de ser perfecto, también puede convertirse en un problema de salud mental que represente una gran traba. Los pensamientos dolorosos recurrentes y los comportamientos repetitivos como el lavarse las manos con excesiva frecuencia son síntomas de trastornos obsesivo-compulsivos en el pensamiento. La terapia de un doctor o profesional de la salud mental a menudo logra buenos resultados en el tratamiento de los patrones de pensamiento anómalos.
Trastornos en el aprendizaje. Dado que la capacidad de aprender y enseñar es la esencia de la obra misional, los problemas de aprendizaje como los trastornos por déficit de atención (TDA) obstaculizan el éxito misional. No obstante, la evaluación y el tratamiento de los trastornos en el aprendizaje pueden mejorar considerablemente la capacidad de aprender. Ciertas trabas en el aprendizaje quizá no sean compatibles con la vida misional. Los padres y los misioneros potenciales deben orar y procurar el consejo de su obispo y de profesionales en cuanto a la viabilidad de servir en una misión de proselitismo de tiempo completo.
Trastornos alimentarios. Teniendo en cuenta que es frecuente utilizar la comida para consolarse y aliviar la depresión o la ansiedad, uno puede terminar comiendo de manera compulsiva y caer en la obesidad. Por otro lado, la presión social que existe para que todo el mundo sea delgado o esté incluso por debajo de su peso puede motivar la anorexia nerviosa o la bulimia, y las dos ponen en grave riesgo la salud. Estos trastornos no se resolverán solos durante la misión. Debido a que son tan difíciles de tratar, puede que no sean compatibles con el servicio misional.
Añoranza. Aunque echar de menos su hogar en cierta medida forma parte de la experiencia de la misión, la separación de los padres y hermanos a veces causa una ansiedad tan intensa que interfiere con la capacidad de dormir o comer. Los misioneros que sufren una grave ansiedad por separación suelen perder peso muy rápidamente. Para prevenir estos problemas, los misioneros potenciales deben familiarizarse con estar fuera de casa. Al participar en acampadas prolongadas o vivir en una residencia universitaria pueden surgir síntomas de una ansiedad por separación grave. Quienes tengan dificultad para desenvolverse normalmente fuera de casa deben procurar tratamiento de un médico o un profesional de la salud mental.
Aptitudes sociales. La obra misional implica estar en contacto y hablar con personas de todas las edades y tomar la palabra en público. Los misioneros potenciales deben acostumbrarse a hablar con personas mayores. Deben entrenarse para ser respetuosos y corteses, adquirir buenos modales en la mesa y respetar las convenciones sociales de la cortesía. Dado que en el campo misional se esperará de ellos que aborden a personas desconocidas y entablen conversación con ellas, los misioneros potenciales deben acostumbrarse a tomar la iniciativa en establecer contacto y conversar con personas ajenas a su círculo habitual de familiares y amigos. Deberán ser conscientes de las diferencias culturales que existen en el mundo.
Empleo. La obra misional es precisamente lo que su nombre indica: una obra, un trabajo. No tiene nada de fácil, así que los jóvenes deben adquirir la capacidad de trabajar de manera responsable. Un empleo enseña hábitos como la puntualidad y la importancia de no faltar al trabajo innecesariamente, llevar a cabo las tareas asignadas correctamente, buscar más trabajo una vez terminada la tarea asignada y no regresar a casa más pronto de lo debido. Un empleo también hace entender a los jóvenes el valor del dinero. Los candidatos a misioneros deben hacer todo lo que puedan para pagar la mayor parte del coste de la misión que les sea posible, más bien que depender de sus padres o de donaciones de otras personas. Cuando uno contribuye a costear su propia misión, suele mostrarse más dispuesto a limitar sus gastos a la modesta asignación misional una vez en el campo misional.

Otras oportunidades misionales

Mientras se preparan para servir, los misioneros potenciales quizá descubran graves problemas físicos o emocionales. Tanto ellos como sus padres deberán ser completamente francos a la hora de indicar todos los problemas de salud y la medicación en curso en el formulario de recomendación misional.
Desafortunadamente, algunos problemas de salud pueden representar obstáculos insuperables para servir en una misión de proselitismo de tiempo completo. La Primera Presidencia declaró lo siguiente: “…hay personas dignas que desean servir, pero que no llenan los requisitos para los desafíos físicos, mentales y emocionales de la misión. Pedimos a los presidentes de estaca y a los obispos que expresen gran afecto y agradecimiento a esas personas y que las eximan honorablemente de las labores misionales de tiempo completo”. En tales casos, las misiones de servicio pueden representar una gran bendición, ya que permiten que estos jóvenes vivan en su casa y reciban una atención médica adecuada mientras crecen y maduran al servicio del Señor. Los padres, obispos y presidentes de estaca pueden animar a los candidatos a efectuar este tipo de servicio y ayudar a establecer oportunidades de servicio adecuadas para ellos.
También se pueden encontrar oportunidades de misiones de servicio en el sitio Web de la Iglesia, www.lds.org. Para consultarlas, seleccione “Other Resources” (Otras fuentes) y después “Mission and Service Opportunities” (Misión y oportunidades de servicio). Otra alternativa muy loable sería proseguir con los estudios superiores o la formación técnica que se hayan emprendido, lo que ayudará a afrontar mejor las trabas crónicas.





La generación más grandiosa de misioneros

 the Quorum of the Twelve Apostles


M. Russell Ballard
Les suplicamos a ustedes, nuestros jóvenes del Sacerdocio Aarónico, que se superen, que estén a la altura de lo que pueden llegar a ser y que estén plenamente preparados para servir al Señor.
En una de las historias más poderosas e instructivas del Libro de Mormón, el pueblo de Ammón había hecho convenio de nunca volver a tomar armas para derramar sangre humana. Mas “cuando vieron el peligro, y las muchas aflicciones… que los nefitas padecían por ellos, se llenaron de compasión y sintieron deseos de tomar las armas en defensa de su país” (Alma 53:13). Helamán y sus hermanos los persuadieron a honrar el convenio que habían hecho con el Señor.
El relato de las Escrituras no nos dice quién señaló primeramente que sus hijos no habían hecho el mismo convenio que sus padres, pero me gusta pensar que fue uno de los jóvenes quien sugirió la posibilidad de que a él y a sus compañeros se les permitiera “portar armas… y… [llamarse] nefitas.
“E hicieron un convenio de luchar por la libertad de los nefitas, sí, de proteger la tierra hasta con su vida” (Alma 53:16–17).
Ése era un cometido extraordinario para un grupo de 2.000 jóvenes, pero ellos eran extraordinarios. De acuerdo con el registro de las Escrituras, eran “sumamente valientes en cuanto a intrepidez, y también en cuanto a vigor y actividad; mas he aquí, esto no era todo; eran hombres que en todo momento se mantenían fieles a cualquier cosa que les fuera confiada.
“Sí, eran hombres verídicos y serios, pues se les había enseñado a guardar los mandamientos de Dios y a andar rectamente ante él” (Alma 53:20–21).
El resto de la historia nos cuenta que esos jóvenes pelearon con valentía contra el ejército lamanita compuesto de hombres mucho mayores y de más experiencia. Según su líder, Helamán, “combati[eron] como con la fuerza de Dios… y con tanto ímpetu cayeron sobre los lamanitas, que los llenaron de espanto; y por esta razón los lamanitas se rindieron como prisioneros de guerra” (Alma 56:56).
¡Imagínense! Esos jóvenes inexpertos estaban tan preparados espiritual y físicamente, y eran tan poderosos, que espantaron a sus enemigos ¡al grado de que se rindieron! Aun cuando en un momento dado todos los 2.000 jóvenes fueron heridos en la batalla, ninguno murió (véase Alma 57:25). Cito de nuevo a Helamán: “Y lo atribuimos con justicia al milagroso poder de Dios, por motivo de su extraordinaria fe en lo que se les había enseñado a creer: que había un Dios justo, y que todo aquel que no dudara, sería preservado por su maravilloso poder” (Alma 57:26).
Hermanos, en la actualidad estamos peleando una batalla que en muchos aspectos es más arriesgada y más peligrosa que la batalla que se libró entre nefitas y lamanitas. Nuestro enemigo es astuto y hábil. Estamos peleando contra Lucifer, el padre de todas las mentiras, el enemigo de todo lo que es bueno, correcto y santo. Verdaderamente vivimos en el tiempo del cual profetizó el apóstol Pablo, en que “habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos,
“sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,
“…amadores de los deleites más que de Dios,
“que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3:2–5).
¿No les parece eso familiar, hermanos? A mí me parece como lo que se ve en la televisión por la noche, en las horas de mayor audiencia.
Vivimos en “tiempos peligrosos”. Nuestra lucha es literalmente por las almas de los hombres. El enemigo es implacable y despiadado. Está tomando prisioneros eternos a un ritmo alarmante, y no hay señales de que esté aminorando sus esfuerzos.
Si bien estamos profundamente agradecidos por los muchos miembros de la Iglesia que hacen grandes cosas en la batalla por la verdad y el bien, debo decirles honradamente que no es suficiente. Necesitamos mucha más ayuda. Y tal como el pueblo de Ammón acudió a sus hijos para obtener refuerzos para la guerra en contra de los lamanitas, así acudimos nosotros a ustedes, mis jóvenes hermanos del Sacerdocio Aarónico. Les necesitamos. Al igual que los 2.000 jóvenes guerreros de Helamán, ustedes también son hijos espirituales de Dios y pueden ser investidos con poder para edificar y defender Su reino. Necesitamos que hagan convenios sagrados, así como ellos lo hicieron. Necesitamos que sean meticulosamente obedientes y fieles, tal como ellos lo fueron.
Lo que actualmente necesitamos es la generación más grandiosa de misioneros que haya existido en la historia de la Iglesia. Necesitamos misioneros dignos, capacitados y vigorosos espiritualmente que, al igual que los 2.000 jóvenes guerreros de Helamán, sean “sumamente valientes en cuanto a intrepidez, y también en cuanto a vigor y actividad” y que sean “en todo momento… fieles a cualquier cosa que les [sea] confiada” (Alma 53:20).
Escuchen esas palabras, mis hermanos jóvenes: Valientes. Intrepidez. Vigor. Actividad. Fieles. No necesitamos jóvenes espiritualmente débiles y que estén comprometidos sólo a medias; no necesitamos que simplemente llenen un puesto, sino que necesitamos todo su corazón y toda su alma. Necesitamos misioneros vibrantes, inteligentes y fervientes que sepan escuchar y responder a los susurros del Santo Espíritu. Éste no es el momento para los alfeñiques espirituales; no podemos enviarles a una misión para que se reactiven, se reformen o para que obtengan un testimonio; simplemente no tenemos tiempo para eso. Queremos que estén llenos de “fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios” (D. y C. 4:5).
En calidad de Apóstol del Señor Jesucristo, les insto a comenzar ahora —esta noche— a ser plena y completamente dignos. Tomen la determinación y prométanse a ustedes mismos y a Dios que a partir de este momento se esforzarán diligentemente por mantener sus corazones, manos y mentes puros y sin mancha de cualquier tipo de transgresión moral. Tomen la decisión de evitar la pornografía, tal como evitarían la más peligrosa enfermedad, pues eso es precisamente lo que es; tomen la determinación de abstenerse completamente del tabaco, del alcohol y de las drogas prohibidas; hagan el firme propósito de ser honrados; decidan ser buenos ciudadanos y observar las leyes del país en que vivan; tomen la determinación que desde esta noche en adelante nunca profanarán su cuerpo ni utilizarán lenguaje vulgar e impropio de un poseedor del sacerdocio.
Y eso no es todo lo que esperamos de ustedes, mis jóvenes hermanos. Esperamos que tengan un entendimiento y un testimonio fuerte y sólido del Evangelio restaurado de Jesucristo; esperamos que trabajen con gran esfuerzo; esperamos que hagan convenios y que los guarden; esperamos que sean misioneros que estén a la altura de nuestro glorioso mensaje.
Éstas son normas elevadas; lo comprendemos, pero no nos disculpamos por ello, ya que reflejan las normas del Señor para poder recibir el Sacerdocio de Melquisedec, para entrar en el templo, para servir como misioneros y para ser esposos y padres rectos. No hay nada nuevo en ellas, nada que no hayan escuchado antes. Pero esta noche les suplicamos a ustedes, nuestros jóvenes del Sacerdocio Aarónico, que se superen, que estén a la altura de lo que pueden llegar a ser y que estén plenamente preparados para servir al Señor.
Muchos de ustedes ya van por ese camino, y les felicitamos por su dignidad y determinación. Para aquellos que no vayan por ese camino, sea esta noche el comienzo de su proceso de preparación. Si ven que tienen deficiencias en la dignidad, decidan hacer los cambios necesarios y comiencen a hacerlo ahora mismo. Si piensan que deben hablar con su padre y con su obispo sobre algún pecado que hayan cometido, no esperen; háganlo ahora. Ellos les ayudarán a arrepentirse y a cambiar a fin de que puedan ocupar su lugar como miembros de la generación más grandiosa de misioneros.
Asegúrense de entender esto: el nivel de la norma para el servicio misional se ha elevado. Los días del misionero que “se arrepiente y se va” ya pasaron. Ustedes saben a lo que me refiero, ¿no es así, mis jóvenes hermanos? Algunos jóvenes tienen la idea errónea de que pueden tener una conducta pecaminosa y después arrepentirse cuando cumplan 18 años y medio para poder ir a la misión a los 19 años. Si bien es cierto que se pueden arrepentir del pecado, tal vez llenen o no los requisitos para servir. Es mucho mejor mantenerse limpios, puros y valientes si hacen cosas sencillas, tales como éstas:
  •  
    Establecer una relación de ferviente oración con nuestro Padre Celestial.
  •  
    Santificar el día de reposo.
  •  
    Trabajar y poner parte de sus ganancias en una cuenta de ahorros.
  •  
    Pagar un diezmo íntegro y honrado.
  •  
    Limitar la cantidad de tiempo que dediquen a jugar juegos en la computadora. La cantidad de puntos que logren en un minuto en un juego de computadora no tendrá efecto alguno en su capacidad para ser un buen misionero.
  •  
    Dar al Señor más de su tiempo al estudiar las Escrituras y obtener una comprensión del mensaje maravilloso de la Restauración que tenemos para el mundo.
  •  
    Servir a los demás y compartir su testimonio con ellos.
Ahora bien, ustedes, los padres, tienen una función vital en este proceso de preparación. Sabemos que la influencia más profunda que se puede tener al ayudar a los jóvenes a prepararse para el Sacerdocio de Melquisedec, el matrimonio y la paternidad es la familia. Si sus hijos comprenden las doctrinas básicas que se precisan para llegar a ser padres fieles, seguramente estarán listos para servir en una misión regular. Lamentablemente, demasiados padres renuncian a esa eterna responsabilidad. Suponen que los obispo, Seminario, la Escuela Dominical, los maestros y los líderes de los Hombres Jóvenes están en mejor posición de motivar e inspirar a sus hijos que ellos. Eso simplemente no es verdad. Aun cuando los líderes eclesiásticos son importantes para la preparación misional y del sacerdocio, la Iglesia existe como un recurso para ustedes; pero no es substituto de la enseñanza, ni de la guía ni de la corrección inspiradas que ustedes proporcionen.
Por consiguiente, si vamos a elevar el nivel de los requisitos para que sus hijos sirvan en una misión, eso también significa que lo estamos haciendo para ustedes. Si esperamos más de ellos, eso quiere decir que también esperamos más de ustedes y de sus esposas. Recuerden que los 2.000 jóvenes guerreros de Helamán fueron fieles porque “se les había enseñado a guardar los mandamientos de Dios y a andar rectamente ante él” (Alma 53:21), y esa instrucción se impartió en sus hogares.
Algunos padres piensan que no tienen el derecho de hacer preguntas a sus hijos en cuanto a su dignidad; creen que eso sólo está dentro del ámbito del obispo. Padres: no sólo tienen el derecho de saber la dignidad de sus hijos, sino que tienen la responsabilidad de saberlo. Es su deber saber el estado de sus hijos en lo que respecta a su bienestar y progreso espiritual. Tienen que seguir de cerca las inquietudes y las preocupaciones que ellos compartan con ustedes. Hagan preguntas específicas a sus hijos en cuanto a su dignidad, y rehúsen aceptar cualquier respuesta que no sea específica.
Con demasiada frecuencia, nuestros obispos tienen que indicar a los jóvenes que hablen con sus padres en cuanto a los problemas que están teniendo. Ese procedimiento en realidad debe circular en sentido contrario. Los padres deberían ser profundamente conscientes de lo que esté sucediendo en la vida de sus hijos de manera que sepan en cuanto a los problemas antes que el obispo. Deberían estar en comunicación con sus hijos e ir con ellos a hablar con su obispo si eso fuera necesario para completar el arrepentimiento. En su función de jueces divinamente nombrados en Israel, el obispo y el presidente de estaca determinan la dignidad y resuelven los asuntos en nombre de la Iglesia, pero, padres, ustedes tienen una responsabilidad eterna por el bienestar espiritual de sus hijos. Por favor, ocupen su lugar legítimo como consejeros, asesores y líderes del sacerdocio y preparen a sus hijos para poseer el Sacerdocio de Melquisedec y para servir como misioneros.
Ahora quisiera dirigir unas palabras a ustedes, los obispos. Soy consciente de que hay muchos jóvenes que no cuentan con un padre fiel en el hogar. En esos casos, utilicen los recursos de la Iglesia para asegurarse de que a los poseedores del Sacerdocio Aarónico les enseñen hermanos del Sacerdocio de Melquisedec que puedan ayudarlos a prepararse para su futuro servicio en el sacerdocio. Sobre ustedes, obispos y presidentes de estaca, recae la responsabilidad de recomendar solamente a aquellos jóvenes y jovencitas que ustedes juzguen estén espiritual, física, mental y emocionalmente preparados para enfrentar las realidades actuales de la obra misional. Hermanos, juzguen sabiamente y recuerden que no es necesario que se llame a todo jovencito a servir lejos de su hogar; algunos quizá sirvan de mejor manera bajo la dirección de ustedes como misioneros de barrio.
A los que actualmente prestan servicio como misioneros regulares, les agradecemos su servicio. Esta noche es una buena ocasión para que cada uno de ustedes analice detenidamente su rendimiento, y si no están a la altura de estas normas, el presidente de misión les ayudará a realizar los cambios necesarios para ser siervos eficaces y dedicados al Señor Jesucristo.
Finalmente, todos ustedes, los que ya han servido, recuerden que se les relevó de la misión, mas no de la Iglesia. Han pasado dos años siendo representantes del Señor Jesucristo. Esperamos que siempre se vean y actúen como uno de Sus discípulos. Vistan como tales. Actúen como tales. No sigan las tendencias y las modas mundanas. No deben rebajarse a eso. Si han cometido un error, entonces hagan lo que sea necesario para volver a obtener su equilibrio espiritual. Las reglas para la felicidad y el éxito después de la misión son básicamente las mismas que las que tenían durante la misión: orar con fervor, trabajar arduamente y ser obedientes. Manténganse ocupados ahora y busquen una compañera eterna con quien puedan disfrutar de la vida. Sirvan juntos al Señor y críen a la próxima generación grandiosa.
Mis hermanos, he hablado sin rodeos esta noche. Espero que puedan sentir el amor y la preocupación que proceden de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles y otros líderes de la Iglesia al pedirles que se preparen ahora para unirnos al llevar las bendiciones del Evangelio restaurado a todas las personas de la tierra. Cada uno de ustedes tiene un valor incalculable, y queremos que tenga éxito y seguridad en la batalla por las almas de los hijos de nuestro Padre Celestial. Que Dios los bendiga con el valor de ser “fieles” “en todo momento” (Alma 53:20) y con la visión para darse cuenta de quiénes son y de lo que el Señor tiene para que ustedes hagan, lo ruego en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.